Pasada en cierta medida la resaca post-Nolan y en pleno shock por el anuncio en la Comic-Con de que tendremos una película en la que los dos primeros espadas de DC se verán las caras por primera vez de manera oficial en el cine, considero que es buen momento (como cualquier otro realmente) para dedicarle esta absurdamente pospuesta entrega de Creerá que un hombre puede volar a la primera traslación seria de Batman a la gran pantalla.
La película ve la luz en 1989, coincidiendo con el 50 aniversario de la primera aparición del personaje en 1939 en el número 27 de Detective Comics, después de pasarse alrededor de 10 años en el limbo en el que todas estas producciones descansan durante más o menos tiempo.
La luz verde para filmar una película sobre Batman se dio en cuanto la película de Superman de 1978 resultó ser un rotundo éxito, pero una serie de vicisitudes que ríase usted de las tan cacareadas desventuras que rodearon el regreso de Superman al cine con Superman Returns, hicieron que el proyecto diese vueltas y más vueltas hasta llegar a las manos de Tim Burton.
Uno de los principales problemas que encaró la producción fue la oposición frontal de, precisamente, uno de los productores, Michael E. Uslan a rodar algo que no fuese oscuro y fiel al cómic.
Uslan es un raro ejemplo de productor sensato, coherente y, encima, fan del material original.
Indignado con la versión televisiva interpretada por Adam West y Burt Ward, el bueno de Michael no cejó en su empeño de ver en el cine a un Batman oscuro y atormentado realmente fiel al material que desde la época de los O´Neil, Adams, Rogers y cia. se venía mostrando en el cómic.
Y tanto empeño puso que ha estado detrás de todos y cada uno de los films sobre el murciélago desde 1989 hasta hoy. Así que ya sabéis a quien le debemos agradecer haber tenido unas adaptaciones tan soberbias del personaje en ese período de tiempo.
A los que estéis pensando en las dos películas de Schumacher, tras las que estuvo también Uslan, os recomiendo la lectura del imprescindible libro Una vida con Batman (The boy who loved Batman), en donde viene a explicar, con otras palabras, que en la producción de esas películas tuvieron más peso Mattel y demás que los propios productores. Es más: le recomiendo la lectura de este libro absolutamente a todo el mundo. Una delicia que deja entrever los entresijos del cine y cuenta como un simple fan de Batman ha llegado a estar detrás de todas estas películas a base de cabezonería.
Michael Uslan. ¡Adorémosle como merece! |
Retomando. Uslan en su empeño de darle oscuridad al personaje se fijó en la obra del entonces primerizo Tim Burton y decidió dejarle al cargo de la película, en contra de la voluntad de la mayoría, que tampoco sabían muy bien qué hacer, la verdad.
A imagen y semejanza de lo ocurrido con su primo Superman, la primera baza para convencer a todo el mundo que jugó la película fue la de la contratación de una megaestrella de la interpretación como es Jack Nicholson para el papel de la némesis del héroe, Joker en este caso.
Dada la tendencia al histrionismo demostrada por el bueno de Jack en multitud de papeles anteriores, el público recibió la elección con alborozo general, a pesar de que físicamente no es que fuese precisamente idéntico a la imagen que del payaso príncipe del crimen se tenía por aquel entonces.
Para el papel del interés amoroso del héroe, se escogió a la chica hot más hot del momento, Kim Basinger, lo que levantó otra parte del interés general.
Pero como Burton fue un enfant terrible antes de convertirse en una parodia de sí mismo, tuvo que liarla precisamente con la elección del protagonista. Para el papel de Batman/Bruce Wayne decidió repetir con el actor con el que ya había colaborado en su anterior film, Bitelchus. Un tipo semidesconocido, bajito, fondón, no especialmente agraciado y medio calvo llamado Michael Keaton. Y encima, estaba considerado un actor cómico.
La sombra de Adam West planeaba de nuevo sobre Gotham City, y un servidor de ustedes llegó a leer en su momento que incluso hubo movilizaciones en las calles de algunas ciudades de USA en contra de esta decisión. Tengamos en cuenta que cuatro frikis con pancartas en un radio de dos metros cuadrados son, técnicamente, una movilización.
Todo esto para que al final Keaton nos regalase un Batman/Wayne absolutamente soberbio(s).
Y es que insisto en lo que ya he dicho en anteriores entregas: es lo que tiene ser un pedazo de actor.
Con el guión de Sam Hamm, el talento musical arrollador de un Danny Elfman muy por encima del sobresaliente y el diseño de producción y dirección artística del tristemente desaparecido Anton Furst, se acabaron de tejer los mimbres que alumbrarían la primera producción seria sobre el personaje.
Es de absoluta justicia pararse a destacar el trabajo de Furst para esta película porque es absolutamente increíble. En lugar del merecidísimo Oscar que se llevó por su trabajo, tendrían que haberle dado los de aquel año juntos. Si una ciudad merecer ser bautizada como Gotham City esa es la pesadilla urbanística ideada por Furst. Y si hablamos de la estética general de la cinta, sobre todo en lo tocante a los protagonistas mecánicos de la misma (Batmóvil, Batwing ...) podemos afirmar con rotundidad que esos diseños aún no han sido superados.
Ni se ha pretendido, ya que Nolan inteligentemente ha tirado por un camino totalmente distinto.
Cual es mi costumbre, no pienso entrar en valoraciones demasiado profundas, básicamente porque no estoy capacitado para ello, así que me limitaré a decir que la historia sigue más o menos fielmente a la de su homónimo en el cómic.
Y el "menos" viene sobre todo por el detalle de que en la cinta sea Joker quien mate a Thomas y Martha Wayne.
Eso a los fans nos chirrió y nos sigue chirriando una barbaridad, pero a cambio y por ejemplo, la conversión de Jack Napier en Joker es idéntica a la narrada en viñetas, y Michael Gough compone un Alfred absolutamente perfecto que incluso vería cierta continuidad lógica en el interpretado por Michael Caine.
Finalmente la gente se olvidó del bat-repelente para tiburones y salió del cine ojiplática al comprobar que sí era posible llevar a Batman con toda su esencia oscura y señorial a la pantalla y encima dotarlo de una personalidad propia que hace que pocos sean los que se atreven a compararlo incluso con la nueva versión, absurdamente considerada por no pocos como mejor cuando simplemente es distinta.
Ah, y además se decidió con gran criterio prescindir de Robin, porque lo que ahora nos parece normal, en aquel entonces, con la losa de la serie de televisión sobre las espaldas, se tornaba un desafío.
Si en la próxima traslación de el señor de la noche al cine le dan un aire detectivesco, creo que al fin podremos decir que hemos visto las facetas más importantes del personaje en pantalla.
El resto de la historia ya la conocéis: una secuela (No. Las de Schumacher¡ NO EXISTEN!) igual o mejor que la primer parte y el símbolo de Batman impreso en absolutamente todo lo que fuese susceptible de ser serigrafiado.
Batmanía lo llamaron ¿Recordaís?
La película también supuso el renacer de Prince. Que fuese buena o mala noticia ya es cosa de cada uno. |
Símbolo que, por cierto y por algún motivo, en el bat-traje de esta película tenía dos picos más en la parte inferir a modo de patitas. Siempre me ha resultado curioso ese detalle.
Y otra consecuencia no menor derivada del uso del modelado en látex del mencionado traje, ya que tal y como reconoce el mismísimo Sylvester Stallone, esta película supuso el principio del fin de las películas de action heroes hipertrofiados, ya que a partir de ahí, no se necesitaba matarse en el gimnasio para tener una apariencia heróica.
Batman Returns dio un giro con respecto a esta primera entrega.
Pero esa es otra historia y será contada en otra ocasión.